jueves, 4 de septiembre de 2008

Fortunato Márquez: Agrícola Alpamayo

Para Fortunato Márquez no existe inversión que fracase si uno es honrado, perseverante y apasionado con su trabajo. Con estas actitudes es que este ancashino logró tener varios negocios en Lima. Pero en 1996 se mudó a Trujillo para dedicarse a la agroindustria, en una empresa que Fortunato reconoce es la que más esfuerzo le ha demandado, porque no es fácil sembrar, regar y cultivar productos que se diferencien de la competencia.

Tengo entendido que usted proviene de una familia muy humilde.
Así es. Yo nací en la provincia de Huari en Áncash. Al terminar la secundaria vine a Lima, porque mis padres no podían pagar mis estudios y yo quería estudiar administración o ingeniería. Aquí viví en casa de unos tíos en San Juan de Lurigancho y conseguí trabajo como ensamblador de bicicletas en una empresa ubicada en el Parque Universitario.

¿Se quedó allí por mucho tiempo?
Solo tres meses, porque en el mercado La Paradita de San Juan de Lurigancho se habían asentado muchos vendedores provincianos de verduras y frutas, que ganaban más dinero que yo. Entonces, empecé a vender tomates en ese lugar. Tres años más tarde ya vendía solo abarrotes en un mercado más grande. Mi primera bodega se llamó Súper Márquez. Las empresas de consumo masivo se peleaban por darme crédito, porque sabían que era honesto y puntual en mis pagos.

¿Y por qué dejó el negocio de abarrotes?
Me di cuenta de que si no obtenía un título profesional no podría avanzar. Por eso en 1987 ingresé a la universidad Federico Villarreal para estudiar Administración. Y dos años más tarde cerré mis bodegas y abrí una empresa inmobiliaria.

¿Pero se metió en un rubro que no conocía?
No era tanto así, porque mi padre había tenido cierta experiencia en la compra y venta de terrenos y me pareció un negocio más fácil de manejar que el otro. Por ese tiempo también compré un terreno de 1.400 metros cuadrados en Canto Grande, donde puse otra tienda de abarrotes, una pollería y una farmacia. Al culminar la universidad aposté por las farmacias. En poco tiempo logré abrir cinco.

¿También abandonó las farmacias?
Sí, porque ya comenzaban a llegar las grandes cadenas y sabía que iba a ser difícil competir. Además sentía que ya era hora de elaborar un producto y no ser un intermediario más. Por eso me dediqué a evaluar varios proyectos, como producir alimentos balanceados o gaseosas. Quizá alguno podía funcionar.

Al final se decidió por la agroindustria...
Una asesora del Banco de Crédito me dijo que en todos mis anteriores proyectos había demasiada competencia, pero en cambio la agricultura era un buen rubro que todavía necesitaba reactivarse. Y una noche de 1996 vi en la televisión que el Gobierno estaba privatizando las tierras del proyecto de irrigación Chavimochic en La Libertad. Como la idea me pareció interesante, busqué las bases del proyecto y a los pocos días compré 57 hectáreas de terreno en una zona totalmente desértica en el valle Virú de Trujillo. Allí fundé Agrícola Alpamayo en honor al nevado de mi tierra natal.

¿Confiaba en que podía cultivar en una zona desértica?
Previamente hice una ardua investigación sobre el cultivo de espárragos en la costa y me di cuenta de que en los últimos diez años las ventas de este producto se habían mantenido estables, por lo que decidí arriesgar con este cultivo.

¿Cuál fue su inversión?
Sabía que necesitaba alrededor de US$500 mil para cultivar mis tierras. Así que con la venta de algunas propiedades junté US$250 mil dólares y el banco me prestó la otra mitad. Con eso solo logré cultivar 33 hectáreas de espárragos.

Supongo que no fue fácil ingresar a este negocio.
Durante los dos primeros años sufrí mucho, porque mis ingenieros agrónomos no tenían experiencia en cultivar sembríos con riego tecnificado en pleno desierto. Eso hizo que mis cosechas se postergaran y el flujo de caja de mi nueva empresa también. Pero yo confiaba en que algún día mis cultivos iban a dar frutos si me esforzaba y arengaba a mis trabajadores. Por eso es que puse un letrero en la puerta de mi chacra que decía: "Agrícola Alpamayo, con paso de vencedores".

¿Y cuándo obtuvo resultados?
Después de dos años. Aunque luego de mi segunda cosecha, empecé a perder dinero al igual que todos los agricultores de espárragos en Trujillo.

¿Por qué?
Porque en ese entonces en el Perú solo existían cuatro plantas procesadoras de espárragos a las cuales venderle. Y estas se pusieron de acuerdo para establecer el precio de compra de espárragos que bajó de 1 dólar a 0,45 centavos el kilo. Y el otro problema fue que en 1998 llegó el Fenómeno de El Niño y el cultivo de espárragos decayó en todo el Perú. Así, muchos agricultores dejaron de exportar este producto a Estados Unidos y Europa, mercados que empezaron a importar espárragos de China.

¿Qué hizo entonces?
Mientras duraba la crisis, decidí cultivar cebollas en las 15 hectáreas que me sobraban de terreno. Tenía que buscar otro cultivo alternativo para mantenerme.

¿Y por qué eligió cebollas?
Descubrí que este producto era menos perecible que otros insumos como la lechuga y el tomate que se malogran más rápidamente en los mercados. Y aunque existía la creencia de que la cebolla no puede crecer en la costa, hice muchas pruebas de germinación de todas las variedades posibles de este producto, hasta que logré obtener cebollas amarillas y rojas en mi chacra.

¿Quién empezó a comprarle este producto?
Los mercados mayoristas de Trujillo. Luego también comencé a exportar cebolla a Ecuador, Colombia y EE.UU. Y para abastecer a estos países compré otras 64 hectáreas de terreno en Trujillo. En el 2004 mi producción de cebollas era de aproximadamente 100.000 kilos diarios.

¿Pero tengo entendido que ya no cultiva cebollas?
Es que en el 2005 aparecieron muchos agricultores informales de cebolla en toda la costa que se habían enterado por la prensa y la televisión de que un tal Fortunato Márquez ganaba mucho dinero sembrando este producto. Eso generó una sobreoferta de cebollas en todo el Perú y los precios de este producto se abarataron enormemente. Pero en esas circunstancias, el precio del espárrago mejoró y aparecieron nuevos compradores de este producto como Damper Trujillo y Sociedad Agrícola Virú. Entonces, poco a poco comencé a quitarle terreno a mis cultivos de cebolla para sembrar más espárragos.

¿Y por qué no diversificó a otro cultivo como lo había hecho con las cebollas?
La experiencia me había enseñado que no es fácil cultivar una hortaliza nueva en poco tiempo. En cambio yo ya sabía cultivar espárragos. Por eso decidí apostar por un producto que conocía y dominaba.

Pero veo que usted siempre se ha caracterizado por buscar nuevas oportunidades para invertir. ¿Piensa dejar la agricultura algún día?
No, porque descubrí que esto es lo que más me gusta hacer. Aparte que este negocio me da la oportunidad de generar nuevos proyectos. Precisamente, hoy estoy en busca de un nuevo terreno en Trujillo para crear mi propia planta procesadora de espárragos y más tarde pienso cultivar paltas y uvas para exportar a grandes países como China.

LA FICHA
Nombre: Fortunato Márquez Lostaunau
Edad: 52 años
Cargo: Director gerente
Organización: Agrícola Alpamayo de La Libertad se dedica a producir espárragos verdes y blancos para diversas empresas agroindustriales en Trujillo, Ica y Lima.
Ventas 2007: S/.10 millones
Producción: 20.000 Kilos diarios de espárragos.
Trabajadores: 200

Publication: El Comercio
Provider: El Comercio
Date: August 31, 2008

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