domingo, 31 de agosto de 2008

Apuntó a las bodegas y construyó una enorme distribuidora de productos

"Buenas tardes, Codijisa le da la más cordial bienvenida. ¿En qué lo podemos atender?". La voz que saluda a través del teléfono no es una grabación. Créalo. En la sala de recepción de un edificio de cuatro pisos, el vigilante dice "Bienvenido" y extiende la mano. Tanta amabilidad parece sospechosa. Pero en la oficina del gerente acaban las dudas. "Yo no cierro la puerta a nadie", dice Walter Jiménez, quien ha construido una red de distribuidoras de productos en todo el país. "Supe convocar a un grupo humano muy emprendedor, como yo". Por eso, cuando uno menciona la palabra trabajadores, él corrige inmediatamente. "Colaboradores", dice.

A los siete años, huérfano de padre, llegó de Áncash a vivir a casa de unos tíos en La Victoria. Él era el niño que atendía la tienda de abarrotes y esa fue su escuela. "Siempre fui bien metido y creativo", dice Jiménez, para explicar cómo es que se convirtió en distribuidor de los productos de D'Onofrio, cuando ya era joven y había encontrado su lugar en el cono norte.

Jiménez es un hombre que en cada respuesta antecede la frase: "Para todo esto hay una anécdota". Por eso, hoy, a sus 50 años, cuenta que el primer automóvil que alquiló para cumplir durante la mañana con la distribución de golosinas, por las noches transportaba cadáveres a la morgue. En la segunda mitad de los años ochenta era muy costoso comprar un auto, era la peor época si se quería crecer. Sin embargo, así Jiménez identificó a sus clientes de toda la vida: bodegas, puestos de mercado, ferreterías y bazares. Eran comercios a los que las grandes industrias no llegaban, quizá porque cuando se hablaba de cono norte la primera palabra que se le asociaba era pobreza.

Él, en cambio, vio la oportunidad de tomar ese público. "En este negocio, soy un especialista de conos", dice. Luego ingresó a la universidad a estudiar Administración, aunque solo fue un alumno regular en sus calificaciones, él hacía la diferencia porque era un alumno que ya tenía una empresa. Aunque le tomó varios años consolidar su expansión territorial, no se apresuró jamás. Siempre mantuvo el perfil bajo. Todas las operaciones mantenían un orden y él seguía ahorrando y construyendo su capital. "Hoy no gasto más de lo que debo gastar; sigo siendo el chico de ayer, el que vivió con muchas limitaciones. Manejo una compañía enorme, pero mi forma de vestir no ha cambiado", dice un hombre con pantalones de jeans.

"El 99,9% de las marcas de consumo masivo que se venden en el Perú pasan por mis manos". Para llegar a eso y por estrategia comercial, Jiménez generó su propia competencia. Si no lo hubiera hecho, hoy sería aún débil. "Existe un celo en la industria, y por eso tengo varias razones sociales", explica. ¿Es decir, cómo vendes fideos o aceite de diferentes marcas si todas son tus clientes? La respuesta fue no dar preferencias y crear 14 empresas repartidas entre Lima, Chimbote, Trujillo, Chiclayo, Huaraz, Ica. Cada una con sus mercados definidos. Cada una con sus gerentes y sus departamentos de venta. Cada compañía es un mundo independiente, pero bajo el mando de Walter Jiménez.

Lo más importante es tener bien empleada a la gente. Uno no debe ser egoísta con sus colaboradores. Cuando pasamos de 90 trabajadores comenzamos a pagar utilidades, algo que en mi sector no se hacía. Tengo un buen trato con los directivos, sin importar el tamaño de la empresa. Hay gerentes que trabajaban en empresas grandes pero luego pasaron a pequeñas. Y yo he respondido. Es muy importante la confianza, soy un buen cliente y un buen pagador.

Publication: El Comercio
Provider: El Comercio
Date: August 31, 2008

1 comentario:

Anónimo dijo...

lo real lo que dice no es sierto ni verdadero solo es una farsa dentro de una cortina solo es un tipo altanero que atropeya todo las leyes para su personales.............

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